Estas páginas están abiertas al debate, a la reflexión y al intercambio. Todas las escrituras son bienvenidas.
En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 14 de octubre de 2013, Yolanda Reyes escribió:
¿Semana de receso?
Viaja por Colombia, vívela con alegría, repetía la publicidad televisiva desde que se acabaron las vacaciones de mitad de año. La idea de invitar a las familias a mostrarles a sus hijos las ballenas jorobadas durante la semana de receso que, para alivio de muchos, termina hoy, sonaba interesante. Lo extraño, sin embargo, es que haya sido el objetivo de incentivar el turismo el que llevó al Ministerio de Educación, como si esa fuera su misión, a obligar a los establecimientos de educación preescolar, básica y media a incorporar 5 días hábiles de receso en la semana previa al feriado del Descubrimiento de América, mediante el Decreto 1373 de 2007.
Ese decreto expedido por el MEN ignora algunos principios de nuestra realidad: En primer lugar, que en Colombia, según han informado recientes encuestas, un 80% de personas no suele (porque no puede) salir de vacaciones, y no estamos hablando únicamente de la semana de receso, sino del año entero, y de todos los años de la vida. En segundo lugar, que muchos padres y madres del país podrían ser empleados –lo cual sería una fortuna, además de un buen indicador económico– y, por ello, no les resultaría fácil pedir vacaciones durante esta época, cuando los presupuestos por fin se están ejecutando y tantos programas están por concluir, antes de la temporada navideña. Y en tercer lugar, que así como a los que tienen trabajo les resulta difícil salir de vacaciones en octubre, a los que no lo tienen o ganan mal –por desgracia, aún la mayoría–, les resulta imposible viajar: “Señora, ¿me da vacaciones esta semana para ir con mi esposo y mis hijos a ver ballenas jorobadas?”… ¡¿En qué país creerán que viven y legislan los autores de esas leyes?!
La semana de receso –léase bien–, debe cumplirse en todas las instituciones escolares del país, oficiales y privadas, de calendario A, B o C, sin importar si acaban de empezar el año lectivo o si ya casi están a punto de acabarlo. Y ahora, los centros de educación inicial también se aprovecharon del decreto y despacharon a los menores de seis años a sus casas, ante la angustia de sus padres, por no decir de sus madres, ¡y, sobre todo, de sus abuelos, también trabajadores! Incluso en aquellas instituciones escolares donde los alumnos reciben desayuno y almuerzo, y muchas veces lo que comen allá es lo único que comen, e incluso sabiendo que, para muchos estudiantes, el colegio es el único lugar donde pueden sentirse contenidos y cuidados, o, al menos, un poco menos inseguros y vulnerables, los niños son librados a su suerte para que deambulen, solos o en pandillas, por las calles de su barrio, durante cinco días hábiles.
Además de interferir con el derecho al trabajo de los padres, (y de las madres, sobre todo, pues estas medidas por lo general afectan el trabajo femenino), el decreto traslada a las familias la responsabilidad de compartir “actividades recreativas, culturales y deportivas”, durante una de las temporadas laborales más intensas del año y, en un acto de ingenuidad o de cinismo, les propone también el “conocimiento de sitios históricos”. En vez de invitar a las instituciones educativas a proponer alternativas culturales y deportivas para los alumnos del país cuyas familias no pueden ir de vacaciones, el Ministerio, en contra de los mismos estudios que divulga y según los cuales es recomendable ampliar las jornadas y los tiempos de permanencia escolar, ordena a todas las escuelas cerrarles las puertas a los niños, sin preguntarse a dónde irán. En vez de dar autonomía a las instituciones para ajustar sus calendarios y de inventar alternativas centradas en proteger el interés superior del niño, la semana de receso protege los intereses de las agencias de turismo. Pero van siete, y nadie dice nada.
Yolanda Reyes