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En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 26 de noviembre de 2012, Yolanda Reyes escribió:
Intimidación por homofobia
Según un estudio sobre violencia escolar realizado con 87000 estudiantes bogotanos en 2008 y citado por Enrique Chaux en su libro Educación, convivencia y agresión escolar, el 34% reportó que algún compañero fue rechazado por parecer homosexual y el 27% admitió estar más o menos de acuerdo, o totalmente de acuerdo con la siguiente afirmación: “En mi colegio deberían sacar a los homosexuales”. Argumenta Chaux que la intimidación por homofobia es una forma de matoneo, con graves efectos académicos y psicosociales como ansiedad, depresión y pérdida de sentido de pertenencia a la escuela. Incluso, en ocasiones, puede derivar en suicidio.
Según entrevistas de Estrada (2010), los adultos LGBT reportan que la intimidación por homofobia en sus tiempos escolares “era aprobada explícita o implícitamente por los profesores y las directivas de los colegios”. Según los educadores del país, en nuestras escuelas son frecuentes expresiones como “marica” y “gay”, que se profieren en circunstancias por todos conocidas: si a un niño no le gusta el fútbol o prefiere jugar con niñas, si un adolescente expresa su tristeza llorando, si alguien manifiesta dudas sobre su identidad sexual o si no se adapta al parámetro de “ser macho”. Las consecuencias suelen derivar en bullying, una forma recurrente de maltrato físico, verbal o relacional que causa fobia escolar e intenso dolor, y que lleva aparejados fenómenos de presión de grupo, rechazo y exclusión.
Según el Ministerio de Educación, las competencias ciudadanas son un desafío para la paz en Colombia, y estas se sustentan en el desarrollo de la empatía frente al dolor del otro, (especialmente si es un desconocido), y en la comprensión de que los conflictos, inherentes a los grupos humanos, pueden resolverse de forma asertiva, es decir, defendiendo los derechos y los puntos de vista propios de manera firme, pero sin herir. La diferencia entre conflicto y matoneo está marcada por situaciones de poder, pues el conflicto se dirime entre grupos o personas en igualdad de condiciones, en tanto que el matoneo se ejerce contra personas o grupos en situación minoritaria. Según el psicólogo Bandura, desde los tres años, los niños que observan a los adultos actuar agresivamente, los imitan de manera casi idéntica, y si esta violencia es premiada o ignorada social (y políticamente, añado), se entiende como legítima, digna de imitación y sinónimo de “popularidad”.
A la luz de estos estudios, cabe preguntarse qué aprenden nuestros jóvenes de frases como “Miro con repulsión el catre compartido por dos varones… es un sexo sucio, asqueroso, merece repudio, es un sexo excremental”. Su autor, el Senador Gerlein, es una autoridad política, y aquí cabe también la pregunta por la “corresponsabilidad del Estado, de la familia y de la sociedad”, que es un pilar del Código de Infancia 2006. ¿Será posible seguir considerando el matoneo como un fenómeno exclusivamente escolar?
La mayoría de la gente piensa que el matoneo involucra únicamente al agresor y al agredido, y no es consciente de que observar sin intervenir o restarle importancia significa legitimarlo. Tampoco tiene claro que intervenir oportunamente puede detener la agresión y que, en ese poder, descansa la responsabilidad social. Por ello, el Derecho de Petición de Ángela María Robledo para que el Procurador se pronuncie sobre este episodio vergonzoso y las declaraciones de la Consejera Cristina Plazas son formas de romper la complicidad de los adultos responsables. “Que el gobierno defina si las palabras de la Consejera Plazas son la posición del Ejecutivo frente al partido conservador” pidió Hernán Andrade, vocero de esa colectividad.
Estoy de acuerdo con su petición de un pronunciamiento, no solo del Ejecutivo sino de todas las autoridades. Yo no quiero ser cómplice. ¿Y usted?
Yolanda Reyes