Estas páginas están abiertas al debate, a la reflexión y al intercambio. Todas las escrituras son bienvenidas.
En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 1 de octubre de 2012, Yolanda Reyes escribió:
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Cultura mediática de la paz
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La llave de la paz, antes guardada en el llavero presidencial, le restituyó a Santos la favorabilidad perdida y no está mal que busque aliados mediáticos para cambiar lo que se ha denominado el “imaginario de la guerra” por la “cultura de la paz”. Pero, ¿basta con darle a Juanes la dirección de El Tiempo porun día, así como otras veces fueron convocados los artistas para pintar palomas?
Leí con cuidado El tiempo de cambiar porque me pareció representativo del síndrome de optimismo nacional que se refleja en el lenguaje y recordé una frase del libro de Guerras, memoria e historia, de Gonzalo Sánchez (2006), sobre los mecanismos que convierten al lenguaje en “escenario visible de las relaciones políticas”. ¿Cuáles son las relaciones políticas que se escenifican en el discurso de la paz y cómo se representan en la prensa? ¿Qué nos dicen Juanes y sus amigos cantautores sobre la forma como los medios quieren “escribir” este proceso?
Me pregunté cómo habría reaccionado al recibir una llamada de Juanes para vincularme a su “apuesta por la paz” y, aunque la pregunta parece anecdótica, ilustra la preocupación de la escritura por encargo. ¿Por encargo de quién?, es la siguiente pregunta. ¿De Juanes… o se trata de otro caso periodístico que ilustra las fronteras porosas y siempre conflictivas entre ficción y realidad? Leer implica preguntarse por los sujetos detrás de los discursos, y en tanto que editar es seleccionar lo que merece ser contado, ¿quién fue, realmente, el editor de El Tiempo de Cambiar? Si los medios, como lo sugiere la palabra, están “en el medio”, de lo que llamamos el acontecer y los lectores, ¿cuál fue la mediación para elegir lo que “cabía” en la edición?
La respuesta, en una primera lectura dominguera, podría ser que la edición pretendía albergar, con optimismo, “otras versiones de país”. Sin embargo, surge la pregunta por el “cómo”. ¿Cómo dar cuenta de esas versiones y por qué con ese tono? ¿Uaira Aty, una joven arhuaca entrevista al presidente y le pregunta, justamente, lo que él necesita contestar? ¿Shakira habla de las ventajas de la educación, referidas a su proyecto educativo, como pilar de paz? ¿El rector de la Universidad de Los Andes menciona los malos resultados de los maestros en las pruebas de Estado, para sugerir que se merecen su lugar en esta sociedad? ¿Unas víctimas que han perdonado sin problema a sus victimarios son contadas a través de la escritura de otros? ¿Cómo se decide que unos escriban en primera persona, en tanto que otros son narrados, como si no tuvieran voz? Y siguen las preguntas: ¿dónde están los victimarios? ¿Dónde, los desplazados del lenguaje, los que no saben escribir, los que no repiten el estribillo “It´s time to change” o los que conciben al arte con criterios menos complacientes? ¿Cuántas menciones a la inequidad y cuántas a la complejidad del conflicto colombiano?
Un cambio cultural, sin duda, pasa por el lenguaje. Pero, ¿cuál es el lenguaje, o mejor aun, existe un único lenguaje? Mirar al que no está desde la óptica de quienes enuncian los discursos también es una forma de exclusión, en tanto que impone versiones indulgentes y simplistas y exonera de responsabilidad a los gobernantes, a los empresarios, a los ciudadanos y a los medios, para caer en este viejo síndrome colombiano de negar la existencia del conflicto y de esperar soluciones mágicas de guerra o paz, según el presidente de turno. “El proceso de paz, más que apostarle a la resolución del conflicto, debería apostarle a su transformación…Y muchas y sustanciales cosas quedan pendientes tras las firmas de los acuerdos”, afirma Gonzalo Sánchez. ¿Cómo albergar esas versiones conflictivas y contrapuestas de nación, sin eludir el largo trecho que iniciamos? Más allá de “los buenos oficios” de Juanes, se trata de preguntas que merecen discutirse en este y en todos los medios colombianos.
Yolanda Reyes