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En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 19 de agosto de 2013, Yolanda Reyes escribió:
Hogueras contemporáneas
Index expurgatorius gay
¿Nosotros, hoy aquí, leyendo y escribiendo columnas sobre obras prohibidas para universitarios? ¡En pleno siglo XXI, con el mundo abierto a todas las miradas, con los contenidos al alcance del dedo desde la infancia temprana, y nosotros preguntándonos por la libertad de cátedra, a propósito de la suspensión de un ciclo de Cine Rosa en la Universidad Javeriana de Bogotá! Si no fuera aterrador, parecería un chiste. O un anacronismo, pues la última versión del Index librorum prohibitorum et expurgatorum –en castellano, el Índice de los Libros Prohibidos por ser catalogados como perniciosos para la fe– fue publicada en 1948.
La historia, que ha sido ampliamente divulgada, gracias a la genial idea de censurarla, es la siguiente: desde 2001, la Cinemateca Distrital y el Instituto Goethe, en asocio con el Instituto de Estudios Sociales y Culturales “Pensar”, de la Javeriana, programaban un ciclo de Cine Rosa dedicado al análisis, la investigación y el estudio de obras relacionadas con temáticas LGBTI. Este ciclo, otro más de los espacios académicos tales como festivales, conferencias y seminarios que, en cumplimiento de sus objetivos, hacía Pensar, era concebido como “un evento internacional de experiencias académicas, artísticas y de movilización en géneros y sexualidades”, según sus organizadores.
Sin embargo, según un grupo de fieles católicos de sectores bastante radicales, el ciclo fue considerado “un evento pro gay”, que reunía “importantes promotores del lobby homosexual”, por lo cual se dedicaron a conseguir firmas para obligar a la Javeriana a suspenderlo. Así como hace un tiempo se le solicitó al padre Alfonso Llano “dar por terminada su vocación apostólica de escritor”, el Episcopado celebró y apoyó la movilización de sus militantes feligreses, lo cual llevó al rector a retirar el ciclo “para evitar que participen grupos de protestas y de debate ajenos a lo académico y que interfieran en el debate”.
Semejante decisión (eliminar el debate para evitar interferencias en el debate) revive, una vez más, aquella antigua y típica ambivalencia de la Compañía de Jesús, según la cual los jesuitas representan un pensamiento de avanzada, pues defienden la autonomía académica y la libertad de pensar… siempre y cuando ello no les suponga conflicto con el poder. Por eso, para los profesores de Pensar – y son más que los del instituto del mismo nombre–, la suspensión es una señal preocupante. “¿Cuál es el límite entre el trabajo académico y la promoción y el proselitismo?… Y aun en el caso en el que exista algo como el «proselitismo gay», ¿deberemos entender que esto debe quedar proscrito del campus por «malo» o «inmoral»?”, se pregunta el profesor e investigador Richard Tamayo y solicita una postura explícita de la universidad frente a la libertad de cátedra, “con el fin de que los profesores podamos elegir con la debida información”. (Y también los alumnos, agregaría yo).
Esta historia del cine rosa no es, por desgracia, la única señal de que presenciamos un regreso a los tiempos del Imprimatur, aquella censura previa que pretendía “reducir la exposición de los fieles, especialmente, de los legos, a las herejías”. Así como fueron censurados los ensayos de Montaigne, las Meditaciones de Descartes, La crítica de la razón pura de Kant, el Emilio, de Rousseau, Madame Bovary, El lazarillo de Tormes, Copérnico, por supuesto, y el sexólogo holandés Van de Vel, autor de El matrimonio Perfecto, por instar a las parejas a disfrutar del sexo, ahora hay una nueva “inquisición preventiva” que se ejerce con firmas y videos apocalípticos de You Tube, para protegernos del sempiterno riesgo que implica pensar (y hacer otras cosas) solos… O con malas compañías.
Yolanda Reyes