Continuamos nuestro tributo a Maurice Sendak, el artista de libros más importante del siglo XX y un favorito entre los niños de Espantapájaros. A continuación les presentamos un texto de Isabel Calderón Reyes, publicado en la revista El Librero de junio de 2012:
Hace dos meses extrañamos a un autor fundamental para la literatura infantil. La buena noticia es que ilustró y escribió libros para todos los gustos. La mala noticia es que muchos de ellos son difíciles de conseguir por estas latitudes.
Maurice Sendak no tuvo hijos. Era más cascarrabias que afable y prefería la amistad de los perros. Tras la muerte del psicoanalista Eugene Glynn, su pareja durante muchos años, un pastor alemán llamado Herman –en honor a Melville– fue su única compañía. Aun así, el pasado 8 de mayo fue como si millones de niños de todas las nacionalidades hubieran perdido al abuelo que les contaba los mejores cuentos.
Hace cincuenta años su nombre empezó a sonar con frecuencia en el mundo de los libros para niños; al principio, su revelación puso a la defensiva a padres sobreprotectores, maestros inapetentes y libreros escandalizados. Pero muy pronto se ganó un lugar en el podio de los maestros de la literatura infantil contemporánea. El premio Hans Christian Andersen que ganó en 1970 y los más de 19 millones de ejemplares vendidos de Donde viven los monstruos –su obra más taquillera– lo confirman.
Publicado por primera vez en 1963 y ganador de la medalla Caldecott en 1964, el libro álbum que hizo famoso a Sendak cuenta la historia de Max, un niño ingobernable que viaja a un mundo fantástico para encontrarse con monstruos feroces que sólo se dejan domar cuando los miran fijamente a sus ojos amarillos. Hacia el final de la aventura, Max vuelve al lugar donde lo quieren más que a nadie en el mundo: su casa.
La acogida de este cuento por parte del público infantil consagró a Sendak como un autor honesto, irreverente y capaz de detectar las sensaciones disruptivas con las que los niños se enfrentan a diario.
Su popularidad es suficiente para que la historia del libro álbum como género literario sea inconcebible sin sus aportes. Conviene, por lo tanto, que el homenaje que se merece tras su muerte recoja su trabajo de medio siglo. Aunque sería imposible hablar de los 70 libros que ilustró y los 17 que escribió e ilustró, es recomendable dar una mirada al conjunto de su obra, pasando por los libros célebres, por supuesto, pero sin olvidar ni descartar joyas que no se consiguen en Colombia y libros en los que hay mucha más ternura que rebeldía.
The Art of Maurice Sendak es un libro monumental publicado por el sello Abrams en Estados Unidos. Son 278 páginas de fotos, ilustraciones a todo color y bocetos hechos por él. El texto que acompañan las imágenes es de Selma Lanes y cuenta en detalle la vida del artista; su infancia, la influencia de otros creadores en su trabajo, y los distintos proyectos que emprendió. Un recorrido por el libro permite comprobar que Maurice Sendak era un autor multifacético y camaleónico que tenía un talento singular para las artes gráficas pero también deseaba contar historias y le gustaba escribirlas.
Esta segunda tarea usualmente le exigía cambiar de rumbo en sus proyectos: ensayaba unas escenas, las borraba, las cambiaba por otras y hacía muchas correcciones. Los monstruos que lo hicieron famoso, por ejemplo, estaban destinados a ser caballos. En un principio Sendak concibió un libro que se llamaría Where the Wild Horses Are, en el que la madre del protagonista se transformaba en un lobo. Pero como no sabía dibujar caballos durante mucho tiempo se preguntó con qué podría reemplazarlos. Hasta que, inspirado en los tíos que pasaban de visita por su casa, dio con los monstruos y de paso reescribió la historia, que resultó más corta de la que había imaginado.
De su trabajo como ilustrador de historias ajenas sobresalen, por su calidad, las imágenes con las que acompañó los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, publicados por el sello juvenil norteamericano Farrar, Straus and Giroux. En 1989, Lumen sacó en España la versión en castellano, pero ahora es difícil de encontrar. Por su éxito comercial, se destacan las ilustraciones de la serie Osito (Alfaguara), cuyas historias, escritas por Else Homelund, giran en torno a un pequeño oso y su escenario familiar: posiblemente, el trabajo menos extravagante que Sendak hizo en su vida.
El primer libro en el que se ocupó del texto y las imágenes fue Kenny’s Window, publicado en 1956. Aunque no está traducido al español –o precisamente por eso–, vale la pena mirarlo porque explora el tema de los mundos fantásticos y su tímido protagonista se asoma por la ventana de su cuarto con la ilusión y el miedo ante lo que puede haber allí afuera.
La cocina de noche (1971) es otro título memorable. De la infancia, Sendak sabía algo primordial: que la vida de los niños gira en torno al deseo de comer y el temor de ser comidos. Esa intuición quedó delineada en esta obra, como quedó delineado el paisaje urbano de Nueva York, inconfundible a pesar de su decisión de reemplazar los rascacielos por sugerentes cajas de leche. Los tres libros para los que trabajó en equipo con el poeta Randall Jarrell, The Bat-Poet (1964) The Animal Family (1965) y Fly By Night (1976), son un tesoro de reducida circulación: se trata de extrañas fábulas sobre el arte y los artistas, irreconocibles incluso para varios seguidores de Sendak en Estados Unidos.
Hay una frase que circuló en medios de comunicación y redes sociales cuando se supo que el padre de Max y los monstruos había muerto. “En la vida debe haber algo más que tenerlo todo”. Aunque suena a moraleja, no está al final de un libro suyo, sino al principio de Higglety Pigglety Pop: la historia de Jennie, una perrita que decide irse de su casa y dedicarse al teatro porque está aburrida de tenerlo todo y no es feliz. Sendak escribió e ilustró este libro durante uno de los años más difíciles de su vida: 1967. Mientras se recuperaba de un infarto, lidiaba con la enfermedad de dos seres queridos y entrañables: su madre y su mascota Jennie (“el amor de mi vida”, le decía a la terrier que vivió con él catorce años). En las ilustraciones es claro que Higglety Pigglety Poo es un triste homenaje a su compañera de tantos tiempo. En la década de los ochenta esta obra estuvo traducida al español por Alfaguara con el nombre de Dídola pídola pon pero ya está fuera de circulación.
Sendak ya no está. Y durante este mes no sólo se ha sentido su ausencia, sino la ausencia de muchas obras suyas excelentes en las librerías colombianas. Pero las editoriales comprometidas con el público infantil están frente a una oportunidad: si deciden hacerlo, pueden traernos más historias inquietantes e imágenes exquisitas. Aunque sea necesario atravesar el día y la noche y mirar a los ojos amarillos de los monstruos, como Max.
La invitación a traducir, reeditar y ofrecer más libros también es extensiva a las librerías y a los distribuidores de libros infantiles. Por ejemplo, el próximo año a unos y a otros les conviene estar atentos al lanzamiento de My Brother’s Book,un trabajo del que se saben pocas cosas: que se publicará en febrero, que el texto es un poema y que el amor que Sendak sentía por su hermano –también escritor y que murió en 1995– sirvió de inspiración. Puede que la lectura del libro póstumo aporte algunas claves para entender mejor al viejo cascarrabias que ha entretenido a los niños de tres generaciones.