Nunca dejamos de ser bichos raros
Por: Paula Guerra Arjona
Asistente de Comunicaciones de Espantapájaros
Hoy escribo a propósito del libro Eloísa y los bichos, una historia que nos recuerda la vulnerabilidad humana y el miedo a lo desconocido. El libro, escrito por Jairo Buitrago e ilustrado por Rafael Yockteng, cuenta la historia de una niña llamada Eloísa quien llega a una nueva ciudad por el trabajo de su papá. Al principio todo es una pesadilla: los recreos, las clases, las tareas y hasta caminar por la calle. Con el tiempo todos sus sentimientos cambian y ya no le importa que papá llegue tarde a recogerla, tampoco le importa perderse en la ciudad porque es así como logra conocerla, es así como logra apoderarse de un nuevo ambiente, pero jamás olvida lo que ha dejado atrás.
Es una historia que reitera la inmortalidad de los miedos. A pesar de que es protagonizada por una niña, los miedos a los que ella se enfrenta nunca los dejamos de enfrentar así pasen los años y nos convirtamos en adultos. El primer día de colegio nos sentimos solos y tristes. El primer día de universidad nos da oso todo y no se nos va de la cabeza el tormentoso “qué dirán”. El primer día de trabajo estamos intimidados, nos sentimos nerviosos. Los miedos se transforman a lo largo de la vida pero siempre están ahí recordándonos una de nuestras mayores cualidades: la sensibilidad.
“Poco a poco nos hicimos al lugar, pero nunca olvidamos lo que habíamos dejado atrás. Es verdad que no nací aquí pero en este lugar aprendí a vivir ”. Así termina el libro y esa misma historia es la que se repite en nuestra vida más de lo que nos imaginamos. Dicen que el hombre es un animal de costumbres… los miedos son los que nos empujan, se transforman en el motor para adaptarnos a una nueva vida. A Eloísa la llevo adentro y la he llevado adentro desde que tengo memoria: en cada viaje en donde he decidido dejar Colombia por meses, en nuevas experiencias, en inestables terrenos, y esa misma Eloísa es la que me acompañará de aquí en adelante porque definitivamente nunca dejamos de sentirnos como bichos raros.