El lugar de las artes plásticas en la educación inicial

Por: Yolanda Reyes

“Hay que saber conservar la frescura de la infancia cuando se produce el contacto con los objetos;
hay que saber preservar la inocencia.
Hay que saber seguir siendo niño toda la vida aún cuando se es hombre,
al extraer la conciencia de su fuerza de la existencia de los objetos.
Y no permitirse que la existencia de los objetos limite la imaginación”.
Henri Matisse

Es inevitable sentir interés y atracción por los dibujos y las pinturas que realizan los niños en sus primeros años. Quizás sea por la simplicidad de las formas, la sencillez y la ligereza de la línea o tal vez porque en sus creaciones vemos algo más que unos simples trazos en el papel, a través de ellas conocemos cómo piensan, cómo sienten y cómo ven el mundo que los rodea. Quizás nos atrae esa expresión tan pura del universo.

Para quienes trabajamos con niños entre los 18 meses y los seis años de edad, reconocemos que esta es la etapa en la que dan muestra de una gran capacidad creadora. Disfrutan explorando mezclas con colores, texturas y sabores, haciendo variadas construcciones con bloques, modelando en arcilla y plastilina figuras que les son significativas. Y creando dibujos y pinturas que por su color, fuerza expresiva y sentido de la composición, se asemejan superficialmente con el arte abstracto moderno. 

Artistas como Kandinsky, Kleé, Picasso o  Miró han explorado estos rasgos y características desinhibidas y simples del trazo que un niño utiliza en sus expresiones plásticas de manera espontánea y natural. Al respecto, Picasso declaraba: ”Yo antes dibujaba como Rafael, pero me llevó una vida entera aprender a dibujar como un niño”. Henri Matisse dijo una vez: ”El genio no es otra cosa que la vuelta voluntaria a la niñez”. 

Si observamos las producciones artísticas de los niños a lo largo de este período, vemos que a medida que van creciendo su percepción del mundo y de sí mismos va cambiando, y al igual la manera de expresar su realidad exterior e interior. Entonces, el papel que ha de jugar la escuela es esencial y consiste en permitir el desarrollo natural del niño a través de las expresión artística (la música, la danza, el teatro, la literatura y las artes plásticas) pues es allí, como en el juego, en donde él entra al interior de sí mismo, explora y habla con sus emociones e instintos.  

El conocimiento de estas diferencias en sus producciones es esencial para comprender el proceso de sus actividades artísticas y creativas. Los niños atraviesan por determinados momentos en su expresión -especialmente en la plástica- y estos momentos están íntimamente ligados a su desarrollo evolutivo. Es importante mencionar que no todos los niños pasan de un momento a otro al mismo tiempo; sus conquistas y dominios, tanto en el tiempo como en el espacio, son individuales. 

Hacia los 12 meses, el niño descubre la existencia del objeto con el cual puede dejar marcas sobre una superficie. Comienza entonces su prolífica producción natural y espontánea de trazos, inicialmente, desordenados y sin control: esto lo conocemos como garabateo descontrolado. 

Su inmadurez motriz no le permite aún coordinar sus movimientos, lo que dará origen a trazos caracterizados por su discontinuidad y violencia. No existe aún conciencia del espacio gráfico, por lo cual sus trazos generalmente sobrepasan los límites de la hoja. El brazo  y el antebrazo forman un cuerpo unido que se mueve apoyado en la articulación del hombro. 

Luego, hacia los 18 meses, podremos apreciar los garabatos llamados pendulares, originados por el movimiento pendular del antebrazo sobre la articulación del codo. El trazo impulsivo y esporádico se va haciendo cada vez más fluido y continuo. Además, el niño descubre que hay una relación entre sus movimientos y los trazos que ejecuta. Muy pronto, con el inicio de la actividad de la muñeca, dará origen a trazos pendulares más cortos y aparecerán con persistencia los movimientos de golpeteo, adquiriendo la apariencia de puntos y ligera curvatura en las líneas. Ya con una mayor flexión en muñeca irán apareciendo entonces los garabatos circulares.

En el garabateo controlado, el niño ha adquirido una gran conquista que es la coordinación entre su desarrollo visual y motor. El que el niño descubra que puede producir una marca a voluntad lo estimula a variar sus movimientos y a sumirse completamente en su actividad. Este control motriz en la realización del garabato también se refleja en el dominio que él adquiere en el desempeño de otras actividades cotidianas como abrochar su chaqueta o ponerse los zapatos. 

Entusiasmado con la actividad de garabatear, veremos que empezará a darle un nombre a lo que hace. Esto nos indica que el pensamiento del niño ha cambiado, ha empezado a conectar sus movimientos con el mundo que lo rodea. Ha pasado del pensamiento kinestésico al pensamiento imaginativo. Y seguirá disfrutando del movimiento como tal en la ejecución de sus trazos. Comenzaremos a escuchar, entonces, las descripciones verbales de lo que hace. Y también veremos los cambios de nombre de lo que dibuja durante la realización del trabajo. Y es aquí cuando empieza a emplear diferentes colores. 

En los dibujos y las pinturas de un niño entre los 4 y 5 años de edad hay poca relación entre el color elegido para dibujar un objeto y el objeto mismo. Es así como es posible tener hombres rojos, caballos verdes o soles azules.  Le gusta manejar colores vivos, contrastantes y logra usarlos con fluidez. 

Este momento se caracteriza por la búsqueda consciente de una forma en el momento de dibujar. Es aquí donde los adultos reconocen en los trazos del niño el objeto que él dice estar dibujando. Lo más común es que este primer dibujo sea el de la figura humana, que inicialmente suele representarse con un círculo y dos líneas que salen verticalmente de él y que poco a poco se van complejizando.

Los dibujos de un niño, en este primer nivel de la representación de los objetos en el espacio, tienden a estar en un orden un tanto particular. Sus dibujos parecen estar en una forma desordenada.

Alrededor de los 7 a los 9 años las formas se hacen mucho más definidas. Ya a los 7 años es esperable que logren representar la figura humana con detalles claramente identificables por un adulto, sin embargo la representación de la figura humana es muy personal y puede considerarse como un reflejo del desarrollo del individuo. En este momento en sus dibujos los objetos ya no están aislados unos de otros, esto se evidencia con la aparición de la línea que representa el suelo y que proporciona una base al resto de los dibujos. Más tarde aparecerá “el cielo”. Es común en esta etapa que dibujen con transparencias.

Como sugerencias generales en todos los momentos de la expresión plástica, es importante señalar que los adultos sólo deberían poner al alcance de los niños hojas, lápices y materiales que los anime a explorar, que lo más respetuoso frente a su necesidad de expresión es no criticar sus producciones ni anticiparse al significado de sus dibujos. Preguntar “¿Qué hiciste?”, es lo más adecuado.

Para finalizar quiero citar a Vigotski:

“[…] De aquí la conclusión pedagógica sobre la necesidad de ampliar la experiencia del niño si queremos proporcionarle bases suficientemente sólidas para su actividad creadora. Cuanto más vea, oiga y experimente, cuanto más aprenda y asimile, cuantos más elementos reales disponga en su experiencia el niño, tanto más considerable y productiva será, a igualdad de las restantes circunstancias, la actividad de su imaginación” Vigotski.

Por: Lina Barrero.