Nuestra directora: «La naranja no tiene jugo»

Por: Yolanda Reyes

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En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 6 de abril de 2019, Yolanda Reyes escribió:

La naranja no tiene jugo

 

Leí en zigzag el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 que presentó el Gobierno, saltándome las introducciones repetidas en cada capítulo, y sin profundizar –si cabe la palabra– en los numerosos epígrafes con frases de Iván Duque. No de otra forma habría podido atravesar sus más de 1.500 páginas que culminan con un glosario interminable de siglas para economizar tiempo y caracteres y que nombran sistemas, institutos y grupos como los NNA (niños, niñas y adolescentes).

Mi interés era centrarme en la propuesta de desarrollo humano que ha venido prometiendo este gobierno alrededor de la economía naranja y que supuse encontrar por fin profundizada en ese plan cuyo subtítulo recuerda trabajos escolares de matemáticas: ‘Legalidad + Emprendimiento = Equidad’. Me imaginé que, por tratarse de una idea supuestamente original del Presidente antes de ganar las elecciones, la tal economía naranja aparecería de manera ‘transversal’, como se dice ahora, y sería una especie de faro para inspirar las propuestas de primera infancia, educación, cultura y ciencia y tecnología, entre otras. Lo que me encontré, sin embargo, fue una proliferación de frases sueltas, utilitarias y gratuitas como esta: “Apostarle a ‘exprimir la naranja’ contribuye a solucionar los desafíos productivos y de empleo del país”. (¿En serio?)

Justifique su afirmación, podría exigirle un profesor a cualquier alumno que diera por hecho ese enunciado sin argumentar razones. Y así, como esa frase, podría citar varias definiciones que encontré y que me hicieron pensar en esos métodos de ‘copy paste’ al estilo del Rincón del Vago. Leamos alguna: “La cultura es el conjunto de rasgos distintivos, modos de vida, sistemas de valores…” –recuerdo esos tiempos en los que repetíamos definiciones de memoria, y paso a un párrafo siguiente que se conecta gratuitamente con el bicentenario–: “Por otra parte, (¿por cuál?) el bicentenario de la Independencia de la República es una oportunidad para dinamizar lo mejor de nuestra cultura y mentalidad (sic), acelerando la innovación social”.

Además de la superposición gratuita de frases hechas y mal redactadas para abordar todos los temas con la misma superficialidad que ya parece una marca de estilo presidencial, me impresionó la distancia –en páginas, por no hablar de ideas– que separa los capítulos dedicados a la primera infancia y la familia, por una parte, a la educación; por otra, a la ciencia y la tecnología y a la cultura. En vez de pensar en un proyecto de país centrado en la curiosidad, la creatividad y la investigación desde la infancia como motores de un cambio de paradigma cultural y científico, que habría podido articular un documento inspirador, lo que se lee es una enumeración de objetivos aislados y de programas ya existentes, sin relación ni jerarquía.

Dado que el Plan de Desarrollo enmarca el proyecto de nación de este cuatrienio, su pobreza retórica refleja una pobreza conceptual y política que alerta también sobre la falta de claridad para articular prioridades de inversión. Resulta preocupante esa idea utilitaria de cultura que confunde el capital simbólico con el capital económico y que se ha ido instalando, sin ninguna discusión, en las políticas de infancia, educación, cultura y ciencias.

Quizás la gran carencia de este documento, en el que parece caber todo, es esa “utilidad de lo inútil”, para decirlo con el título del libro de Nuccio Ordine sobre la importancia de las humanidades. Esa construcción de sentido que es la empresa humana por excelencia y que va mucho más allá del mero emprendimiento comercial, salta como la gran ausente en esas páginas. Y mucho me temo que más allá de ellas, y no solamente en las apuestas de Gobierno.

YOLANDA REYES