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En su columna para El Tiempo de hoy, lunes 17 de junio de 2019, Yolanda Reyes escribió:
Daniel y Goliat
En medio de la sensación de que la prensa ha perdido conexión con los ciudadanos, el despido de Daniel Coronell de ‘Semana’ y su posterior reintegro, después de un acto de contrición tan sorprendente como la misma expulsión, dejan muchas más “lecciones aprendidas” que las reconocidas por el editorial de la revista. Y, aunque es pronto para saber qué tanto logra ‘Semana’ pasar la página y recuperar la credibilidad de sus lectores, el debate no puede restringirse a la adhesión o el repudio frente al columnista ni a los “confidenciales” de la negociación.
El caso Coronell ilustra no solo los dilemas éticos y profesionales que él afrontó y son inherentes al ejercicio periodístico en Colombia, sino eso que tanto repetimos en abstracto sobre el fin del mundo editorial como lo conocimos. Más allá del debilitamiento de los soportes tradicionales –la página impresa, la gran editorial–, el paradigma digital de las redes sociales ha transformado las formas de buscar, compartir, hacer circular y legitimar la información, además de poner en tela de juicio el sentido de las mediaciones tradicionales con sus jerarquías, sus propietarios y sus capitales.
Fue ‘La Silla Vacía’, un pequeñísimo mediador comparado con ‘Semana’, el que la puso en jaque al revelar que había eludido –postergado o silenciado– la publicación de las directrices del Ejército que presagiaban un regreso a los ‘falsos positivos’. Ese silenciamiento que llevó a las fuentes a recurrir a ‘The New York Times’ para publicar semejante información de interés nacional fue retomado por Coronell, lo cual refleja nuevas formas de alineación en las noticias: Juan Esteban Lewin, el joven periodista de ‘La Silla Vacía’, motiva al columnista más leído del país a cambiar su tema de columna para pedirle una explicación a la revista en la que escribe. Y lo hace públicamente, por ser un hecho con graves repercusiones que ya ha sido revelado por dos medios con prestigio entre los lectores. Para un periodista que ha construido su carrera justamente por hacer preguntas públicas incómodas, no era una opción la supuesta lealtad a los llamados ‘conductos regulares’ que posteriormente le reclamó el jefe-propietario.
El único capital irrecuperable para un líder de opinión en estos tiempos es la credibilidad ante sus lectores, que son globales, hiperactivos y ubicuos, acceden a la información desde cualquier lugar y con cualquier dispositivo, y ya no buscan el nombre de un diario en internet para leerlo de arriba abajo, sino que muchas veces llegan a los diarios por las firmas que les parecen confiables. Los medios como ‘The New York Times’ no solo han entendido cómo son de porosas las fronteras nacionales, sino que tienen claro que las audiencias urbanas no son locales y que la información periodística silenciada encontrará otros medios ávidos de publicarla.
En este nuevo contrato social, cultural y político, la conectividad ha facilitado también la participación inmediata de los lectores, e incluso les ha mostrado que no solo es posible prescindir del control de mediador, sino ponerlo en apuros económicos. Y, como también es posible medir exactamente el comportamiento lector, o lo que hoy se llama ‘tráfico’, el evidente impacto causado por la ausencia de Coronell en las audiencias seguro preocupó a los recientes socios de la revista.
Resultaría ingenuo creer que este cambio es siempre equitativo, como lo demuestran a diario las ‘fake news’. Sin embargo, la pregunta que ha dejado resonando Coronell, y que no es exclusiva para ‘Semana’, tiene que ver con el valor de la credibilidad, que es lo que convence hoy al lector para seguir a un medio. En estos tiempos móviles, no basta con mantenerla un siglo: se puede perder en un segundo.
YOLANDA REYES