Rafael Pombo: La vida de un poeta

Por: Yolanda Reyes

La biografía del precursor de la literatura infantil en Colombia, escrita por Beatriz Helena Robledo, ya va por su segunda edición.  A continuación les presentamos una entrevista que le hizo Isabel Calderón Reyes a su autora, y que fue publicada en la revista El Librero de abril del 2013:

«Nos falta mucho Pombo por descubrir»

POMBOEl 2012 fue el Año Pombo: con mayúsculas y por decreto. En mayo se cumplieron cien años de la muerte del poeta y el país aprovechó para recordar sus versos más famosos. El aporte de Ediciones B fue la segunda edición del libro Rafael Pombo: La vida de un poeta, escrito por la investigadora y escritora Beatriz Helena Robledo.

Cuando Rafael Pombo tenía 72 años, fue coronado poeta nacional. A la ceremonia en el Teatro Colón asistieron multitudes. Él se esforzó por ser amable cuando le pusieron la corona de oro sobre la cabeza, aunque no le hacía gracia la «coronación de su esqueleto». Después vinieron coronas de laureles y flores blancas, que lo enfermaron porque era alérgico al polen. Robledo recrea este episodio en el primer capítulo del libro. Lo que sigue después es una biografía meticulosa, en la que no se queda por fuera ninguna de las facetas del escritor.

Explícame por qué decidiste empezar con esa escena tan terrible: la coronación del poeta, que a los ojos de Pombo es la coronación de un cadáver.

Lo primero que se me ocurrió fue empezar por su muerte. Pero me dediqué a leer biografías para entender cómo estaban armadas y qué licencias poéticas me podía dar y en esas lecturas noté que empezar por la muerte era un lugar común. La coronación fue un momento muy triste pero muy importante en su vida. Parecía más un acto de defunción que un homenaje. No deja de ser irónico, porque aquello que estaba pensado como una celebración, e incluso como un acto de desagravio, él lo vivió de una manera muy dolorosa.

Así empieza el libro. ¿Y tu relación con Pombo cómo empezó? 

Cuando yo hice mi tesis de maestría en Literatura Hispanoamericana, estaba interesada en investigar un periodo de la literatura infantil colombiana. Al buscar autores de ese periodo, todos me remitían a Pombo. Y me encontré con un personaje nuevo, lleno de facetas que yo no había explorado. Cuando me llamó el editor de este libro a proponérmelo, me contó que había leído mi tesis y que por un capítulo que yo le dediqué a Pombo había decidido que yo debía hacer el trabajo.

¿Qué fue lo que descubriste de Pombo que te llamó tanto la atención?

Lo que más me cautivo fue su calidad humana. Si algo me me enamoró, porque esa es la palabra, fue que Pombo era un hombre bueno, que le ponía el corazón a todo y era auténtico. También me encontré con esa personalidad suya, emocionalmente oscilante, y con esa pasión por el lenguaje, la poesía y el arte. Traté de abarcar tantas facetas como pude en la biografía: el Pombo periodista, el pedagogo, el activista político, el gestor cultural. ¡Y todavía nos falta mucho Pombo por descubrir! Por ejemplo: lo que escribió cuando vivía en Nueva York no está recogido. Y fueron 17 años muy productivos de su vida: desde que los 21 hasta los 38.

¿Cómo reaccionaste cuando te pidieron que escribieras la biografía?

Lo tomé como un reto. Yo tengo formación en literatura, no en historia, y nunca había escrito una biografía. La investigación fue apasionante: me tocó volverme historiadora, revisar la prensa de la época, armar mapas conceptuales, estudiar las nueve revoluciones que hubo en el siglo XIX…

¿Cuándo te diste cuenta de que tu trabajo no solo era retratar a Pombo, sino también retratar a Colombia en un periodo histórico muy interesante?

En un momento dado me dije: Rafael Pombo no es Rimbaud ni Lord Byron. Quiero decir: su vida no fue muy interesante. Yo estaba frente a un señor bogotano, con una dimensión humana muy especial, pero con él yo nunca podría hacer una biografía como la que hizo Fernando Vallejo de Porfirio Barba Jacob. En cambio, Pombo estaba involucrado con todo lo que pasaba en Colombia. Mi trabajo fue tejer su vida con la historia del país. Y me pasé a vivir al siglo XIX para lograrlo. Lo grave es que me sentí comodísima en el siglo XIX. En el fondo soy una señora decimonónica.

Escribir una biografía no solo es investigar. También hay algo de creación literaria. ¿Cómo fue ese proceso?

Darle el soplo vital al personaje es difícil y me encanta porque es un reto para novelistas. Hay un capítulo que quiero mucho: sobre su viaje por el Magdalena. Yo no encontraba ningún dato sobre eso, pero sabía que él tenía que haber pasado por el Río Grande de la Magdalena. Un día me encontré un libro de crónicas de viajeros que pasaban por allí. Empecé a ver las descripciones de la vegetación, de la fauna, de los cocodrilos, y me dije: tengo que construir ese capítulo como sea.

¡Y ese capítulo es muy emocionante! ¿Cómo lograste armarlo?

El personaje más cercano a Pombo era José María Samper, que además fue su amigo. Y en el libro del que te estoy hablando había una crónica suya. Así que lo convertí en mi guía. Yo me preguntaba: ¿Qué vio José María Samper en su viaje? Los micos en los árboles. Entonces me iba a ver cómo veían otros viajeros los micos en los árboles. Un trabajo súper minucioso. Y así, poco a poco, me inventé todo. Esa fusión entre investigación y ficción es fascinante.

Los versos infantiles de Pombo son célebres. Pero la mayoría de los colombianos solo conocen esa parte de su trabajo. ¿Por qué crees que ha pasado eso?

Tengo dos hipótesis. Una es que él en vida no seleccionó lo que quería publicar. Cuando a una persona le publican todo lo que escribió, su obra se pierde, porque no todo es de calidad. Muchos poetas son parcos. Aurelio Arturo sacó su Morada al Sur y es conocido por esos poemas impecables. A lo mejor, detrás de ese libro hay muchos poemas que nunca salieron. Si Pombo hubiera hecho eso en vida, nos habrían llegado pocos poemas, pero los mejores. Cuando tú te lees «Noche de diciembre» o te lees «Preludio de Primavera», y te los saboreas, eso te lleva al éxtasis místico.

¿Y cuál es tu segunda hipótesis?

Que en cualquier caso él fue pionero en el campo de la literatura infantil. Sus versos infantiles tuvieron éxito por muchas razones: porque traen una carga de tradición oral, personajes arquetípicos y cosas que vienen de muy atrás, pero también porque él les hizo un aporte de humor y de ingenio. Él no fue un referente frente al romanticismo y sí lo fue en literatura infantil.