Relato de un curso de vacaciones
Pasantías en la Librería para devoradores de libros
Por: Isabel Calderón (Profesora)
«¡Cliente! ¡Cliente! ¡¡¡Clienteee!!!»
Al principio, cada vez que sonaba el timbre, todos gritaban (gritábamos) y corrían por la librería (corríamos). La verdad es que tanto los niños como las profesoras nos llevamos varias decepciones. Ya se nos olvidó cuántas veces nos preparamos para atender un cliente y en su lugar entró a la librería el empleado de una editorial, que solo venía a recoger un cheque o una caja de libros (sellada, para empeorar nuestro aburrimiento).
Con cuatro niños empezó la aventura: Alicia, Emilio, Federico y Martín, y dos profesoras: Isabel y Paula, todos esperando a un cliente… Ellos se habían inscrito al programa Vacaciones para devoradores de libros, un nuevo proyecto de Espantapájaros, diseñado para niños que ya leen solos e inspirado en el sueño de Emiliana Ramírez, una niña de 10 años que en mayo les dijo a sus papás: «en estas vacaciones quiero ir a un campamento, pero un campamento de libros». Nosotras habíamos planeado varias actividades para todos los gustos, como leer, jugar, recomendar libros, escribir reseñas, hacer la hora del cuento para los más pequeños, grabar videos y entrevistas sobre libros, ser “libreros por un día” y descubrir cómo se trabaja en una librería de pura verdad.
Esto último fue lo que más llamó su atención: ¡vender libros! Y, de todos las planes, era el que menos dependía de nosotros. Se necesitan clientes para vender cosas, primera lección de negocios y primera oportunidad para seducir a los niños con las otras actividades. Les preguntamos cómo atraer al público a la librería y se les ocurrieron varias ideas: ofrecer descuentos, grabar videos, pararse en la puerta de Espantapájaros y hablarles a las personas que caminaran por ahí, hacer una cartelera y colgarla en la reja…
Y, mientras tanto, entrenar y prepararse para ofrecerle a la gente buenos libros. Recorrimos la librería, deteniéndonos en cada sección: «aquí están los libros para bebés, ¿se acuerdan de alguno?», «aquí están los cuentos de siempre… como Pinocho, El patito feo, o los de los hermanos Grimm», «arriba las sagas, abajo los libros informativos, en las estanterías del centro las novedades». Entre tantos libros, les pedimos a los niños que buscaran sus favoritos; es bueno saber dónde están, se hace más fácil venderlos.
Cada libro que nos mostraron nos impresionó. Cuántas lecturas, cuánta curiosidad, cuánto criterio, cuántas historias en seis, siete, diez y once años de vida. Estos niños tienen muchas cosas que decir sobre sus libros favoritos, tenemos que hacer algo con esto, pensamos Paula y yo. E inspiradas en el libro My Ideal Bookshelf, de Thessaly La Force y Jane Mont, los invitamos a poner por escrito sus experiencias como lectores, a fotografiar sus libros y a hacerse autorretratos como lectores. De ahí surgió El libro de los libros, una obra publicada por Espantapájaros y la editorial que los niños crearon: Malo Maluco Lectores. El libro de papel se agotó muy rápido pero en hace algunos días publicamos la versión de libro electrónico. (Haciendo clic en este enlace la pueden leer.)
Para ese entonces, a Alicia, Emilio, Federico y Martín se les habían sumado Simón, Miranda y Emiliana. Y mientras trabajamos, empezar a llegar clientes. Una vez, Simón contó muy orgulloso que apretó la mano de uno de ellos, quien además le dio las gracias por atenderlo tan bien. Otra vez, Federico le dijo a Martín: «te tengo una mala noticia, vendimos Juego de Tronos«. Los demás contestaron en coro: «¡esa es una buena noticia!» Claro, lo que Federico entendía a la perfección era que la noticia era mala porque Martín aprovechaba sus ratos libres para leerlo.
La última semana, con Lucas y Úrsula, que se unieron al equipo, diseñamos un protocolo de librería. Los niños llegaron a acuerdos sobre cómo atender a los clientes, se repartieron las secciones como en las grandes librerías y pusieron un aviso a la entrada de Espantapájaros en la que promocionan «la ÚNICA librería en donde los niños atienden». También aprendieron cómo hacer la hora del cuento para los más pequeños. Al final de la mañana, les leían (y cantaban, cuando eran libros de poesía y música) a los niños del grupo de Adriana, que tienen tres años.
Cuántas cosas han cambiado desde que Paula y yo diseñamos este programa; cuando lo hicimos, pensamos que los niños no pasarían más de una hora al día con nosotras en la librería. Supusimos que el resto de la mañana querrían participar en las actividades de los otros grupos del Curso de Vacaciones: arte, cocina, experimentos, juego, expresión corporal… Para nuestra sorpresa, desde los primeros días ellos mismos pidieron que la pasantía fuera de tiempo completo. Y durante esta temporada nos dijeron tantas veces «leamos media hora más», «hoy no hemos leído» y «¿a qué horas vamos a leer?», que ya no tenemos dudas de que hay que ofrecer programas de lectura para niños grandes con más frecuencia.
Fueron tan emocionantes los comentarios de los adultos que vieron El libro de los libros (Verónica Uribe dijo: «Nos encantó el libro de la editorial Malo Maluco. ¡Qué maravilla! Tiene la misma intención del Spaghetti Book Club. Definitivamente los mejores promotores de lectura son los mismos niños…») que queremos compartirlo con todos nuestros lectores de distintos lugares del mundo y por eso lo hemos publicado en versión digital. Estén muy pendientes de este blog; también publicaremos reseñas y más fotos de la experiencia.
Fueron días emocionantes, aprendimos mucho con estos devoradores de libros y ya nos están haciendo falta. ¡Gracias por los libreros!