Marina Colasanti: «El exotismo se agota»

Por: Yolanda Reyes

A finales del año pasado llegó a nuestra librería Mi guerra ajena de Marina Colasanti, publicado por Babel en la colección Frontera, donde también está su libro de cuentos Entre la espada y la rosa. Mi guerra ajena es un libro de memorias y les recomendamos a todos nuestros amigos que lo lean. Para que les den ganas de conocer el universo de Marina y su infancia, compartimos con ustedes esta entrevista que Isabel Calderón le hizo a la escritora brasilera cuando estuvo en Colombia en el 2012. La entrevista fue publicada originalmente en la revista El Librero.

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“El exotismo se agota”

Una de las autoras contemporáneas más reconocidas del Brasil habla del crecimiento de la industria editorial en su país, la importancia de los estímulos gubernamentales y la evolución de la literatura infantil.

Por: Isabel Calderón Reyes

Cuando Marina Colasanti era una jovencita, soñaba con viajar por los cinco continentes. No tenía suficiente dinero para ir a todos los lugares que deseaba visitar, de modo que hacía los viajes dentro de su cabeza. En sus ensoñaciones llegaba tan lejos que sabía qué regalos traería para sus seres queridos. Desde ese entonces, sabe que lo suyo es viajar. Nació en Asmara, Eritrea, su infancia transcurrió entre África e Italia y a los once años llegó al Brasil. Pero no siente que pertenezca a ningún país. “Una vez me preguntaron qué tenía de brasilero mi literatura. Quedé petrificada, no sabía qué responder… Y de pronto se me ocurrió una respuesta que me salvó: ¡la lengua! Pero yo no puedo hacer historias de jaguares y de monos, o sí puedo hacerlas, pero no son los jaguares ni los monos de Brasil.”

Algo parecido sucede con su escritura. Aunque los cuentos de hadas son lo que mejor se le da, también escribe para adultos y trabaja en periodismo. Varias de sus obras están traducidas al español y se consiguen en Colombia, un país donde se ha sentido tan bien recibida que viene cada vez que puede: Clasificados y no tanto (publicado por El Jinete Azul), La amistad bate la cola (publicado por Alfaguara) y Entre la espada y la rosa (publicado por Babel) son tres títulos recomendados. Con más de treinta libros publicados, Marina tiene suficiente experiencia para hablar del panorama editorial de su país.

— A juzgar por lo que vimos en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, estamos presenciando el fortalecimiento de la industria editorial brasileña. ¿Este fenómeno se corresponde con una evolución de la literatura?

Antes, nuestro corpus literario era muy pequeño para el tamaño del país: éramos pocos escritores y todo estaba muy centralizado en Sao Paulo, Rio de Janeiro, Belo Horizonte y Porto Alegre. El mercado ha crecido, la producción local también y el acceso de los escritores a las editoriales se ha hecho más fácil que antes. Por otro lado, una editorial media publica un libro al día. Y no te hablo de las casas más grandes…

— ¿El crecimiento de la industria favorece de una manera determinante la producción de libros brasileños?

¿Qué crees, que los estadounidenses ven el tamaño del mercado brasileño y duermen? ¿Que traen las películas de Crepúsculo y Harry Potter, y no van a traer los libros? Los editores brasileños van a las mejores ferias del mundo, a Frankfurt, a Guadalajara y a Bolonia, a comprar. ¡Comprar y comprar! Mucho más que a vender.

Sin embargo, la idea que tenemos de Brasil es la de un país sumamente interesante, excitante. ¿Su literatura no es tan excitante? ¿O no le interesa tanto a la gente?

Brasil tiene dos posibilidades de ponerse interesante. Una de ellas ya pasó: el exotismo. La otra posibilidad es si nos volvemos ricos. En el medio de esos dos escenarios es la selva de nadie, la oscuridad, el olvido. Si lo piensas bien, en América Latina hubo dos momentos de gloria para la literatura. Uno, cuando los argentinos se fueron a vivir a París. Y el otro fue cuando hicimos los libros estilo García Márquez, con mariposas amarillas e invasiones de hormigas, ¡oh, qué exótico! Pero el exotismo se agota. Los editores extranjeros ya no quieren más, ni la gente quiere más, ahora buscarán otras cosas, por ejemplo, en el norte de Europa, en Islandia.

— Hablemos de libros para niños. ¿Crees que podemos trazar rutas, señalar momentos claves de la literatura infantil?

A comienzos del siglo pasado la figura más importante fue Monteiro Lobato. Tengo que confesarte que cuando yo llegué al Brasil, tenía 10 años y no lo leí. Yo en esa época leía a Julio Verne. Pero como al Brasil no llegaban libros extranjeros, lo que Monteiro Lobato hizo por los niños brasileños fue importante. Se trataba de una creación rara, posmoderna: se inventó un lugar, la finca del pájaro carpintero amarillo, y allí transcurrían una serie de libros en los que personajes de la literatura universal llegaban como visitantes a la finca. Los niños de Brasil de una generación entera conocieron la literatura universal a través de Monteiro Lobato

— ¿Y qué puedes contarme sobre la literatura infantil brasileña desde la segunda mitad del siglo pasado? ¿Qué pasó entre la hegemonía cultural de Monteiro Lobato y la actual proliferación de buenos autores, ganadores de premios internacionales como el Hans Christian Andersen y el ALMA (Astrid Lindgren Memorial Award)?

Primero, hubo una época de libros muy malos y, especialmente, ediciones muy feas: libros chiquititos, que ni siquiera tenían lomo. Mira, cuando yo empecé, y hacía las ilustraciones de mis propios libros yo misma, tenía que hacerlos en blanco y negro. Porque era muy costoso imprimir a color y estaba el temor de que las escuelas no estarían dispuestas a comprar libros caros. Creo que el panorama empezó a mejorar a finales de los sesenta cuando apareció la revista Recreio, de la mano de Ruth Rocha. Ella, Ana María Machado, y Lygia Boyunga son muy importantes en la consolidación de la literatura infantil. Paralelamente, la calidad gráfica de los libros empezó gradualmente a mejorar.

— ¿Cómo ves la relación entre la evolución de la literatura infantil en tu país y las iniciativas gubernamentales para fortalecer al sector editorial, como el proyecto de compras estatales y el programa de estímulo a las traducciones?

Un problema de la literatura infantil era que se veía despectivamente: “bah, esos libritos para niños…” Pero a medida que se supo de las compras estatales, varios autores buenos empezaron a escribir para niños. Otro factor es que la literatura infantil no se estudiaba como la literatura de adultos. La crítica era elemental: me gusta ese libro o no me gusta. Ahora hay programas universitarios y los críticos tienen una formación y un criterio.

¿Podrías contarme cómo funcionan las compras estatales?

Hay unas convocatorias, y las editoriales tienen que presentar sus libros pata que un comité los examine con lupa: hay gente del gobierno, de la Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil, de las universidades, y críticos importantes. Se fijan en la calidad literaria y ilustraciones, todo lo miran con lupa. El ofrecimiento es grande y la disputa es tremenda.